Cuando la luz ataca con fuerza nuestras noches y nos hace perder la noción de la luz y la oscuridad propias de la naturaleza, se pierde la sensibilidad de ver mas allá de lo evidente, de valorar el tacto, la delicadeza de una imagen sencilla convertida en magia gracias a la tenue luz de una vela o de toparse con la enigmática y a la vez honesta bóveda celeste que nos arroja suaves destellos al rostro para no sentirnos solos.
En ocasiones, solemos decaernos cuando no tenemos luz eléctrica por la noche y es comprensible es algo con lo que hemos vivido toda nuestra vida o casi. Pero a veces es bueno desconectarse de estas luces que nos ciegan y es mejor dejarse llevar por las noches azules que nos regala la luna llena.
No es sólo porque yo sea una bruja, un ser mas allegado a la oscuridad, pero en verdad, la oscuridad tiene un gran potencial, se desarrollan otros sentidos mas allá del hiperexplotado sentido de la vista, se desarrolla el olfato, el tacto, todo se siente diferente, se siente más, huele mas, se escucha más y podemos pensar que hasta se vive un poco más cuando nos perdemos por un momento en las tinieblas, porque perdemos la dependencia de tener que ver para entender las cosas.
En la oscuridad nos arriesgamos a sentir....
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