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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Era como un ave...

Era cómo un ave, amaba la libertad, extendía sus alas y volaba en círculos, subía, baja, iba y venía, pero siempre regresaba al nido. Un día de regreso de un pequeño viaje se encontró con la rama, que sostenía su nido, rota y de su hogar no quedaba nada. Tenía muchos sitios a donde ir pero no uno a donde volver, se derrumbó en el suelo y soltó a llorar, sus plumas sé convirtieron en escamas y estas, a su vez, en piel, sus piernas no podían sostener el peso de la pérdida, incada en el suelo soltó llorar todas la lágrimas que pudo, se puso en pie y sola se condenó a caminar como un humano solitario, sin sueños por ir o volver a ningún lugar, por el resto de su vida, aunque, de vez en cuando le gustaba subir a lo más alto de la ciudad, extender los brazos, dejar que el viento la despeinara y recordar que alguna vez fue un ave que subía y bajaba, que iba y venía, con un cálido nido a donde siempre regresar.

Ella y las rosas

Él le llevo unas rosas rojas, grandes, de pétalos satinados y con un fuerte olor. Ella se acercó el ramo a la nariz y ahogo sus sentidos de ese aroma. Las observo con gesto de tristeza. Se acerco al jardín de su casa y las enterró ahí. Él observó todo a una distancia prudente. No dijo una sola palabra, sabía que ella no lo escucharía. Ella volteo aún con gesto adusto, lo miró fijamente por unos segundos. Una sonrisa afable y agradecida embargó su rostro. Ella se abalanzó sobre él y se colgó de su cuello. Él la recibió en sus brazos, titubeante. Ella susurró a su oído "no tienes que obsequiarme cadáveres para demostrarme tu amor".