Dirás que soy extraña pero no puedo evitar ser quien soy. Hay ocasiones en que una canción, que salta de mi reproductor de música, me recuerda no sólo un sitio, me recuerda olores, sabores y me hace viajar hasta otro lugar, es una serie de sensaciones que me hacen dejar el suelo por completo.
El sábado mientras volvía del trabajo, una situación así me sobrepaso: yo estaba en el metro esperando la llegada del siguiente tren, la lluvia atacaba furiosa las calles, me puse mis audífonos para sustituir los sollozos de la lluvia al tocar el techo de la estación, oprimí play e inició una de esas canciones que solo están en el reproductor de música porque sí, esta terminó mientras bajaba las escaleras que llevan directo al anden y ahí cuando mi pie tocó el suelo, en el ultimo escalón, saltó esa canción, la misma que escuchaba el día en que te conocí, casi pierdo el equilibrio al escuchar esos guitarrazos y el frío viento que se colaba por las rejas que separaban el anden del resto del mundo, me trajo el aroma del bar en el que coincidimos más de una vez, cerré los ojos para percibir mejor el aroma y al abrirlos inicia la voz que más que la del vocalista me suena a la tuya, intentando seguirla para presumirme lo bien que te la sabes.
Ya no estoy en el metro de mi caótica ciudad, estoy frente a ti en un bar sonriendo como tonta, tú me dices que soy muy guapa y yo sólo atino a sonreír sarcástica e incrédula, pienso que en ese momento tú estas ahí solo por ser el amigo de mi amigo y ríes casi a carcajadas con todas las tonterías que vomito cada que abro la boca. No tengo la más mínima idea de lo que hablan los demás y la verdad es que poco me importa.
Tu novia interrumpe nuestra conversación con una ración de croquetas que coloca entre tu y yo, sonrió complacida y cambió mi conversación de dos a una de seis, hablamos de todo y da nada, me levanto torpemente al baño y al salir del servicio me quedo helada al verte frente a mí con esos caramelos que tienes por ojos, observándome fijamente, mi mirada pasa de tus ojos a tu boca sin cesar hasta qué un golpe suave en la espalda me hace descubrir que la pared está más cerca de lo que pensaba y me pierdo al sentir tus labios ansiosos sobre los míos, estoy un poco petrificada pero no tanto como para no mover mi boca al ritmo de la tuya, tus brazos envuelven mi cintura la cual parece más estrecha en tus manos y cuando me doy cuenta mis manos están enredando aún más tu cabello castaño, bajan mi manos ineptas hacia tus hombros sin saber sí intentan acercarte más o alejarte, después de un torpe manoseo consigo que nos detengamos y apenas logro decir en seco "No" y empujo con fuerza tus hombros, respiro profundamente y me alejó de ti.
Camino hacia nuestra mesa,intento sonreír, me quedo de pie mirando a todos con cara de culpable, comento que no me encuentro muy bien y sugiero que nos marchemos ya, mientras me acerco a la puerta de salida cierro de nuevo los ojos, una descarga eléctrica recorre mi espalda, se estanca en mi cintura e intentó mojar mis labios no porque estén secos, sino para recordar el sabor de tus labios. Mis piernas pierden fuerza y voy directo al suelo.
Siento las heladas baldosas del anden en mi mejilla, intento abrir los ojos pero no puedo y el sonido del bar se transforma en gritos de pánico...
No sé qué fue antes, tu recuerdo o mi corazón, quizá los dos colapsaron al mismo tiempo, que patético ¿no? Mi último pensamiento fuiste tú y "eso" que nunca llegamos a ser.
Hay cosas que duelen un poco más que otras, tú y mis miedos superaron a mi cuerpo, dirás que soy extraña pero no puedo evitar ser quien soy, aunque ahora no estoy segura de lo que eso significa.
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